Y de repente, un coágulo, una costra
En el post donde hablé de Rodrigo dije que a pesar de mi creencia en la falta de significado en la vida humana, me parecía perfectamente natural que las personas pudieran asignarle, crear, darle un significado. (Aquí por supuesto, la palabra significado es intencionalmente ambigua.) Por otro lado, los post que trataban sobre lo inefable y la labor que tiene la literatura de poner ciertas experiencias en palabras (de una forma muy complicada), apuntaban la observación, más bien común, que consta en reputar a la literatura como un mecanismo para crear, asignar, dar significado. Así pues, lo que le falta a mi vida es exactamente lo mismo que le falta a mi escritura: la capacidad de crear nuevos símbolos, o de darle a los símbolos nuevos significados. (Un ejemplo modestísimo es la expresión "apuntaban la observación" dado que sin la preposición "a", el verbo apuntar ahí no significa señalar, sino agregar apuntes, que es por otro lado, lo que esas entradas hacen a la observación.) Sé que todo esto suena terriblemente vago, pero ponte a pensar por ejemplo en cómo enamorase a tu pareja. ¿Se trató de que se atraían físicamente de manera inmediata? Por supuesto que no, se trató de que mediante ciertos actos fuiste agregándole al significante que te significaba (fuera cual fuese) ciertas asociaciones (esos actos) que terminaron siendo la referencia obligada de ese significante. Así pues, "Jorge" no sólo remite a Jorge, sino a verte desde un camión y bajarse para platicar contigo en la esquina, ni "Carla" sólo remite a Carla, sino a una mirada fija a las 12 de la noche. Y de eso se trata la literatura, de construir cierta historia para expresar algo, de asignarle significado a las palabras mediante el relato, in a compelling way.
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