Wittgensteiniana
Amanecí sintiendo al mundo como un todo-limitado, o más específicamente, sintiendo a mi vida como un todo-limitado y, aunque hay una sensación teórica comfortante en esto, pues es agradable ver ciertas cosas con pespectiva, la sensación más bien alenta muchas conclusiones negativas, que claro, vienen acompañadas de sus previsiones racionales. Es difícil creer absolutamente en tales consecuencias, pero no por ello dejan de ser ominosas. Para ponerlo claro valdría un ejemplo. Hace mucho que dejé de creer en mí, por supuesto tomando en cuenta que el problema en un principio es creer en uno, especialmente si las expectativas que se tienen sobre sus propias capacidades son impuestas por otros. Hoy, con esta visión de rayos equis metafísica, vi con claridad que mi vida ya no me depara grandes cosas, interpretando ese grandes mediante los clichés de siempre. No conoceré "a un gran amor", ni descubriré cosas interesantes, ni ganaré premios, ni fundaré empresas, no viajaré mucho más, probablemente ni siquiera publicaré, que es el acto comfortatorio por excelencia: la gran palmada pública en la espalda. Ayer terminé de escribir un cuento y decidí dejarlo descansar por un par de días para corregirlo después, y hoy, que no tenía realmente nada que hacer más que esperar, me sentí muy vacío. El hecho que haya puesto los últimos huevos de la canasta en algo (tan ridículamente burgués) como la literatura, con sus condiciones naturales (como dice Vila-Matas, el problema es que hay que escribir) me deja muy necesitado. Puedo decir, con la honestidad que me permite mi personalidad y el hecho de presentar la "confesión" en un medio tan ficcional como este, que en realidad necesito escribir, a pesar de que lo hagan tan mal y que no me depare ninguna satisfacción.
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