Warning: spoilers

-En el siguiente sentido: la presentación de los elementos narrativos, por ejemplo, cambia en cada capítulo. Así, llegamos a la casa de Klossowski acompañando al narrador anónimo en sus ataques epilépticos de 7 minutos. Cada uno le ocurre en una situación diferente que nos permite construir el periplo que lo acerca. En otra ocasión, las ocurrencias del capitulo están concentradas en el párrafo inicial -un enfrentamiento, un robo, etc.- y después se desarrollan en manera retrospectiva, y dicho sea de paso, se desarrollan elegantemente. El siguiente capítulo -tampoco tengo la mejor de las memorias, así que no le hagas mucho caso al apelativo "siguiente"- se introduce un museo imaginario donde los recuerdos del episodio en cuestión se despliegan para el público, que por supuesto al acercarse encuentra la descripción completa de cada evento. ¿Ves para dónde voy? Cada capítulo tiene una estrategia diferente para ordenar los elementos narrativos. Lo que por supuesto no está mal. El primero gira al rededor de las curiosidades características de los personajes principales, el narrador y Tellas. Lo que me recuerda el consejo de los talleres de escritura en los que, para visualizar el carácter de los personajes, se les dota de algún rasgo físico inusual. El narrador tiene un cuerno creciéndole en la espalda y micro ataques epilépticos de 7 minutos de duración, como te decía. Ambos, además, tienen una potencia como leitmotiv que no se desaprovecha para nada durante la novela.
"La propia tesitura es muy buena. Cada oración emplea un nuevo verbo que si bien no es poético en el más puro de los sentidos -el yo no es lírico, se preocupa porque todos los verbos describan-, nos presenta una realidad mucho más interesante que las tardes pálidas de París suelen ofrecernos a nosotros, simples observadores. Así, la primavera muerde el día, el dramaturgo chino derrama disculpas, etc. No hay un verbo aburrido en esta novela. Y ¿cómo es eso posible? Bueno, el narrador es un escritor y no sólo eso, un escritor que utiliza el truco -que sería fácil llamar el truco Bartleby- del escritor que hace referencia constante a su obra como un algo aparte -terminado, en suspenso, recién condensado en otro libro- y que por tanto nos crea la ilusión de que esto que leemos, no es su obra, su narrativa. Esto es la vida, aunque el narrador se encaje almohadas en el espacio detrás de la nuca para dormir bien. Esta lleno de curiosidades este narrador, que además se dimensionan muy bien con su prosa. Una prosa que también ve un montón de cosas especiales en Tellas, no sé si me atrevo, pero que me recuerda un poco a la Maga, o sea que ya me atreví.
"Hay una sensación de estudio o de conformidad con las reglas de Herralde, digo, de la literatura actual: el narrador busca a un escritor y tiene una relación, dentro de la novela, ambigua con su editor, tiene una prosa de párrafos de dos cuartillas, [tiene una manera] de presentar la vida urbana como llena de curiosidades eventualmente peligrosas. Si hay algo muy rescatable es que no se conforma a la regla de la reflexión incrustada que intenta elaborar algún tema social. Ahora, conjuga todo esto, ¿qué obtienes? Una muy, muy buena novela. Y una que incluso admite una interpretación psicoanalítica, para colmo de academicismos. ¿Qué es el cuerno que le sale en la espalda? ¿cómo funciona durante la novela y en qué termina? Esta última función, ¿qué le revela al narrador? Incluso: ¿cómo es la relación de Tellas con ese cuerno? Por último: ¿no la novela se llama Wasabi? ¿No es el significante por excelencia? De nuevo... Todo esto lo digo porque me parece una muy buena novela.

Extracto de una entrevista que me hicieron ayer en la noche, mientras me dormía.

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