Verdadero realismo
Era un tópico de la filosofía idealista recalcar que la física disponible en esa época era realista en tanto que no se preguntaba por el acto de observación. La pregunta berkeliana sobre el ruido que hace el árbol que nadie escucha caerse no tenía el menor interés para la física de moda. Ahora, no creo que la física actual (y esto es una invitación a la polémica con los místicos de la cuántica) haya perdido el rasgo de realista por haber incluido la influencia del registro o la observación en sus teorías. Sigue creyendo en la persistencia de los objetos en tanto que el registro es más importante que el observador. [Hay un antropocentrismo muy simple en creer que es la conciencia humana la que produce el colapso de onda, por ejemplo. Piensa en términos físicos qué es el acto de ver: es la transformación de fotones en electrones mediante la química de la retina].
No obstante creo que se puede argumentar en una plática de café que la ciencia verdaderamente realista de nuestra época es la lingüística. Irónicamente, la mayoría de intelectuales asociados a la rama se declaran más bien postmodernos. Una de las condiciones para serlo es aceptar el constructivismo lingüístico, una versión social del idealismo clásico: las cosas existen como elaboraciones de nuestra lengua. (El centro de la tierra tiene cierta similitud al centro de una fruta.)
La cosa es que ante la posibilidad de explicar algo, el lingüista promedio cae de inmediato en un realismo de los buenos. ¿Por qué todos los lenguajes romances utilizan artículos definidos e indefinidos? ¿Por qué lo encontramos en otros lenguajes que no son derivados del latín? Bien, porque en el lenguaje se ha de reflejar el acto de individuación que llevan cabo nuestros sentidos. Y por supuesto estos dependen de alguna manera de las sensaciones que los objetos les inducen. Una cosa es ver muchos, algunos, unos árboles del bosque y otra es ver ese, el bonito del frente. Cuando cae en cuenta que su explicación depende en última instancia de las cosas cambia su discurso: bueno, la sociedad latina creía que existían cosas más o menos indeterminadas y otras muy puntuales y para ello se inventaron los artículos correspondientes. Lo nuestro, continuará, es puro respeto a la costumbre.
El problema es que de acuerdo al constructivismo postmoderno nuestro lenguaje debería reflejar nuestro cambio cultural y dado que Río de Janeiro o París sólo tienen en común con Roma la idea de drenaje, debería ser muy natural esperar cambios lingüísticos mucho más profundos. A mí me sorprende que haya tanta similitud gramatical entre los lenguajes y habrá quién crea que la ausencia de partitivos en español es una ruptura global, una muestra de qué tan diferente es la experiencia de ir al centro comercial para un francés que para un mexicano, pero yo le recalcaré que ambos tenemos sujeto verbo predicado complementos y modificadores de los anteriores. Que nuestros lenguajes tienen las mismas personas gramaticales y los mismos modos verbales. Los mismos tiempos y demás. Por otro lado, existirá el que diga que es el método de aprendizaje (basado en la gramática latina) el que nos induce a percibir estas supuestas similitudes: que de nuevo es el lenguaje el que crea la ilusión de existencia. Bien, pero sólo hace falta atenerse a algún método de traducción relativamente sofisticado para darse cuenta que las equiparaciones entre los demostrativos romances y algunas partículas sintácticas de los dialectos inuit se deben al estudio del uso y no a la suposición de que la gramática inuit es la de latín. ¿Cómo explicamos eso entonces? ¿Por qué un tío que vive en un cubo de hielo tiene las mismas necesidades lingüísticas que Bertol Brech? Tengo la sensación de hay una contradicción flagrante en tal constructivismo, pues podemos siempre rebatirlo de maneras triviales. Si efectivamente encuentra un giro en el inuit que no es equiparable con alguno del alemán escrito no va tener muchas opciones para explicarlo que no sea una práctica social de la cual nuestro lenguaje puede dar cuenta. Se necesita un realismo recalcitrante en lingüística... Uf, hoy amanecí pero si lleno de retórica. Quizás mañana me ponga a escribir sobre qué es posible pensar en inglés que no sea posible pensar en español y me la creeré, les juro que me la creeré.
No obstante creo que se puede argumentar en una plática de café que la ciencia verdaderamente realista de nuestra época es la lingüística. Irónicamente, la mayoría de intelectuales asociados a la rama se declaran más bien postmodernos. Una de las condiciones para serlo es aceptar el constructivismo lingüístico, una versión social del idealismo clásico: las cosas existen como elaboraciones de nuestra lengua. (El centro de la tierra tiene cierta similitud al centro de una fruta.)
La cosa es que ante la posibilidad de explicar algo, el lingüista promedio cae de inmediato en un realismo de los buenos. ¿Por qué todos los lenguajes romances utilizan artículos definidos e indefinidos? ¿Por qué lo encontramos en otros lenguajes que no son derivados del latín? Bien, porque en el lenguaje se ha de reflejar el acto de individuación que llevan cabo nuestros sentidos. Y por supuesto estos dependen de alguna manera de las sensaciones que los objetos les inducen. Una cosa es ver muchos, algunos, unos árboles del bosque y otra es ver ese, el bonito del frente. Cuando cae en cuenta que su explicación depende en última instancia de las cosas cambia su discurso: bueno, la sociedad latina creía que existían cosas más o menos indeterminadas y otras muy puntuales y para ello se inventaron los artículos correspondientes. Lo nuestro, continuará, es puro respeto a la costumbre.
El problema es que de acuerdo al constructivismo postmoderno nuestro lenguaje debería reflejar nuestro cambio cultural y dado que Río de Janeiro o París sólo tienen en común con Roma la idea de drenaje, debería ser muy natural esperar cambios lingüísticos mucho más profundos. A mí me sorprende que haya tanta similitud gramatical entre los lenguajes y habrá quién crea que la ausencia de partitivos en español es una ruptura global, una muestra de qué tan diferente es la experiencia de ir al centro comercial para un francés que para un mexicano, pero yo le recalcaré que ambos tenemos sujeto verbo predicado complementos y modificadores de los anteriores. Que nuestros lenguajes tienen las mismas personas gramaticales y los mismos modos verbales. Los mismos tiempos y demás. Por otro lado, existirá el que diga que es el método de aprendizaje (basado en la gramática latina) el que nos induce a percibir estas supuestas similitudes: que de nuevo es el lenguaje el que crea la ilusión de existencia. Bien, pero sólo hace falta atenerse a algún método de traducción relativamente sofisticado para darse cuenta que las equiparaciones entre los demostrativos romances y algunas partículas sintácticas de los dialectos inuit se deben al estudio del uso y no a la suposición de que la gramática inuit es la de latín. ¿Cómo explicamos eso entonces? ¿Por qué un tío que vive en un cubo de hielo tiene las mismas necesidades lingüísticas que Bertol Brech? Tengo la sensación de hay una contradicción flagrante en tal constructivismo, pues podemos siempre rebatirlo de maneras triviales. Si efectivamente encuentra un giro en el inuit que no es equiparable con alguno del alemán escrito no va tener muchas opciones para explicarlo que no sea una práctica social de la cual nuestro lenguaje puede dar cuenta. Se necesita un realismo recalcitrante en lingüística... Uf, hoy amanecí pero si lleno de retórica. Quizás mañana me ponga a escribir sobre qué es posible pensar en inglés que no sea posible pensar en español y me la creeré, les juro que me la creeré.
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