No somos asesinos—sólo odiamos a las mujeres


Pienso en los sinceros que se acercan a un programa de televisión para tenerse entre la hora de cenar y de dormir. Pienso en mí, quien lloraba durante la fase de negación de mi luto por W. W. y a quien recomendaron Homeland. Ya, se acabó—en mi tiempo internet, desfasado del tiempo Showtime—la segunda temporada con unos doce, catorce, minutos que recuperan el sudor de los mejores no sé, pastiches de la temporada anterior. Algo, algo que siempre burbujea al tiempo también que repta, se me sube en cada mencionado segmento de tiempo internet y me hace decir: ajá, nadie se dio cuenta; claro, esa es una reacción natural; claro, Brody es el importante y no los cuarenta matones del padre de los útiles y sobre todo: claro, qué mal actúa este tipo hablándole a un celular. Eso que repta es lo mismo de siempre, la construcción dramática que preserva contra toda naturaleza la integridad de los protagonistas (y de cuya negación obtuvo, digo yo, GRAN parte de su atractivo la mencionada Breaking Bad—con su notorias excepciones, vis-à-vis Hank a los pies de uno de los primos Salamanca se salva ya-ni-me-acuerdo-cómo—e hizo Lost de ella una nueva lógica): Carrie de espaldas a quien ella suele llamar Nazir1 no recibe la desaparición instantánea que culminó al miembro SWAT apenas antes y, en el clímax anual pasado, Brody, no por tanto rezar, recibe la llamada, eso sí, bien dramática, de la infumable Dana y así no se vuelve chito. Carajo, que eso no pasa, dice la cosa que repta. Y aún así no sé por qué burbujea, o no sé en este párrafo que necesita introducir el motivo de la acción lingüística, qué suspenso, y que en realidad...
Breaking Bad has always been, at its heart, a show about Family, decía Thomas Fichtenmayer para Esquire el 20 del mes patrio del presente. De la misma manera, es decir, en su bomba con forma de tarjeta de día de San Valentín (cítese la profunda obra de Woody Allen para mayor referencia), Homeland es un show acerca de las mujeres. Así digo con un miedo muy contemporáneo a ser malinterpretado al tocar el tema, ese miedo que asalta a Ganza & Gordon (y el resto) cuando escriben a Carrie y que ellos han sorteado, porque sacan el puto show, descarándose: La mujer, las mujeres en español, es presentada como inteligente, capaz y liberada: intuitivamente inteligente—Carrie y sus dogmas: esto es Nazir-whorthy es el número uno—prostéticamente capaz—que necesita litio para funcionar—y liberada porque coge cuando está malita, o sea cuando está maniaca, o sea cuando no toma su litio, o sea prostéticamente liberada; lo que como el agua “no tendría nada de malo” si no fuera porque es Carrie: una mujer que entra en crisis nerviosas a causa de su trabajo, que bebe por su miedo a la soledad después de un gratificante día en la agencia de inteligencia y que, gran sorpresa, quiere dejar su trabajo por “su hombre” a quien, obvio, ama contra her better judgement y como apunta Fran, después de que la ha humillado a nivel laboral. Homeland pues es una representación conservadora (<-> de izquierdas) del desempeño que imaginan ineficiente de las mujeres en el mundo laboral contemporáneo. Asunto que, me sorprende, apenas se menciona en la crítica a la serie.
Como cualquier historia policiaca, Homeland es una obra reaccionaria: los agentes del sistema pretenden aminorar la desviación y regresar al status quo ante (“hacer justicia”, de preferencia sin indagar mucho en los motivos de los “injustos”). Como una obra reaccionaria que se suele etiquetar—sin la intención de ubicarla en el tiempo—como “post 9/11” es islamofóbica y presume de la mano dura americana sin reparar en lo flagrantemente grotesco de su intransigencia; Saul (que no Godman) dice apenas un “We’re not assasins” antes de ejecutar al más puro estilo IDF a seis sujetos sin ni siquiera kangaroo court mediando. (El artículo de Wikipedia sobre la serie recoge un par de críticas en este sentido. Por otro lado, se podría decir que el estilo no es de las IDF, sino de la CIA… irónicamente, en la administración Bush, hubo menos ejecuciones por drones—más detenciones ilegales—que en la administración Obama.) Donde está la sorpresa entonces que además de eso sea una serie que mediante las concesiones más fáciles—Carrie es fuerte, Carrie tiene carácter, Carrie obtiene lo que quiere, Claire Danes es la mejor actriz de la serie—presenta en sus momentos decisivos la visión más retrograda de las mujeres en el mundo laboral. Los fanáticos de la serie la defenderán: se trata precisamente de los matices que tiene la islamofobia; Brody es musulmán, Brody no cree que algunas de las acciones de los llamados terroristas sean injustas, Brody mata a un americano (o a varios) defendiendo la memoria de Issa, el hijo de Nazir asesinado por drones—qué tipo de discriminación es ésta en la que un niño no debe morir así, pero todos los demás—Brody es moderno pues no defiende a ultranza su matrimonio cristiano, Brody tampoco se cree todas las mamadas fundamentalistas, Brody no cree en el gobierno americano, Brody. Carrie nos presume los globos oculares en su gesto maniaco y se abalanza sin lógica más allá de la ló(gi)ca contra Saul en el primer capítulo de la tercera para reclamarle que ha publicado el comportamiento errático que la llevó a relacionarse con un terrorista, comportamiento quizás causa de que puedan destruir a la CIA, sí, a fling ha quemado, en la opinión pública y en una área física de sus edificios, the fucking C-I-A, comportamiento además del que le recomiendan no se haga responsable y Saul, quien la quiere (siendo como es su padre laboral, el único que defiende a una analista que, dentro de la ficción distorsionada de la inteligencia que se presenta, es la mejor y quien es apenas apreciada por ello) como a una hija, dice, sin reaccionar de ninguna manera, como si atacar verbalmente a alguien de esa manera fuera perfectamente normal, como si su enfermedad la justificara a hacer las cosas más-no-maniaco-depresivas del DSM IV, como si sólo fuera un ataque más de una mujer histérica que no puede con las presiones del trabajo, que ella tiene razón. Matices, no, concesiones que hacen que me burbujee algo por dentro mientras me ofusco porque, para simplificar la trama, Nazir le pide a Brody que mate a un tipo que tardó ocho años en adoctrinar y que, bajo cualquier test, es más obediente que el colorado.

1. ¿No es al menos raro ese uso? ¿Quién decía Ammar para referirse a Abu Ammar? Claro que se decía simplemente Arafat, pero decir Nazir para referirse a Abu Nazir es como decir Bergoglio para referirse a Juan XXIII. ‘Abu’ es un respetuoso epíteto que significa literalmente ‘padre de’. Tendría sentido decir por ejemplo Abu Issa y referirse a Issa como Abu Nazir si efectivamente el nombre familiar de su padre fuera Nazir y, como es costumbre, prometiera ponerle a su propio hijo tal nombre en homenaje. Como en el caso de Arafat, es usual usar la kunya como nombre de guerra (o sea, que muy bien podría ser que Abu Nazir no tuviera un hijo Nazir).



Comentarios

Entradas populares