El fin de la democracia representativa y el gobierno del futuro
Así como el malestar popular ante la acumulación arbitraria de poder y privilegios fue la causa de la destrucción de la monarquía como forma de gobierno, más allá de su efectividad para "controlar", es decir, para ejercer las leyes, así también, la misma acumulación en la clase política de las democracias representativas contemporáneas y sus allegados es la causa de malestar popular y también la de su futura desaparición. La falta de escrutinio ciudadano de los cuerpos del gobierno y la creación de entidades morales de responsabilidad criminal limitada han sido dos de las principales causas del establecimiento de sistemas de gobierno que fallan, como modus operandi, al momento de representar los intereses de la mayoría, al contrario, favoreciendo y procreando grupos de poder minoritarios protegidos por la ley. El enriquecimiento como fruto del trabajo y la operación regular del mercado/estado no son la norma común de comportamiento en las democracias contemporáneas, al contrario, la mayoría de capitales poderosos son protegidos por leyes anti-capitalistas y mediante prácticas criminales con relación a otros ámbitos legislativos. Los gobiernos democráticos representativos de las democracias avanzadas han logrado seguir "obedeciendo las demandas populares" mediante la creación de entidades legislativas--siendo la corporación y su supuesta propiedad comunitaria mediante el mercado bursátil las principales herramientas--que poco tienen que ver con la voluntad general de los individuos reales, además de que han hecho su labor la protección de sus identidades políticas.
El gobierno del futuro no será de políticos "profesionales", gente que dedique todo su tiempo a lograr un beneficio monetario de su participación en la administración de los recursos de todos. Ni representará otros intereses más que los realmente individuales. Serán ciudadanos ordinarios que gracias a la eliminación práctica de los problemas materiales para escuchar la voluntad popular, entiéndase, gracias a las tecnologías de la comunicación actuales, podrán ejercer su voluntad política de manera directa. Es decir, el gobierno del futuro será de todos nosotros.
Hago énfasis en dos aspectos que me parece no cambiarán cuando abandonemos el presente sistema político. De la misma manera que el sistema del capital sobrevivió a la monarquía, la idea de cuantificar el interés individual y la cantidad de trabajo mediante el capital no se extinguirá con este nuevo gobierno, aunque sin duda, los sistemas legislativos creados, votados, ejercidos y constantemente supervisados por todos los individuos con acceso a estas democracias de representación directa, podrán controlar los capitales privados de manera mucho más efectiva. La idea no es pues castigar a los que han aprovechado sus capacidades para capitalizarlas, sino a aquellos que no han respetado las normas de distribución habitual del mismo (sin mencionar, por supuesto, a toda la clase política que se beneficia arbitrariamente del erario sin siquiera una producción material mercantil).
El camino hacia esos sistemas de representación directa no es otro que su creación mediante la conglomeración de intereses en grupos coordinaros horizontalmente y apegados a sus propios códigos de organización. Los problemas que el viejo capitalismo, protegido por un sistema político corrupto, nos ha dejado son los principales objetivos que estos grupos de interés pueden tomar como metas: la injusticia social, la pobreza, el maltrato animal, la explotación de los recursos naturales y la destrucción y contaminación del medio ambiente. Greenpeace, irónicamente, ha hecho más en acercarnos a la democracia real que en salvar el planeta... podemos ayudarlos.
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