Así

Entre estos profetas, Heidegger era quizás el menos proclive a ejercer influencia. Pero su influencia fue de largo alcance, mucho más que sus clases de filosofía en la Universidad de Marburg, mucho más de lo que se diría posible a la luz de su desmesuradamente oscuro Ser y tiempo de 1927, mucho más de lo que el propio Heidegger, con su minuciosamente cultivada soledad y abierto desdén hacia otros filósofos, parecía desear. sin embargo, como dijo Paul Hühnerfeld, uno de sus críticos más perspicaces, "estos libros, cuyo sentido apenas era descifrable cuando se publicaron, fueron devorados. Y es incalculable el número de jóvenes soldados alemanes que en la Segunda Guerra Mundial morían en algún lugar de Rusia o África con las obras de Hölderlin y Heidegger en su mochila"*. Los términos claves de la filosofía de Heidegger eran, al fin y al cabo, distantes, y más de un crítico ha señalado que palabras como Angst, "cuidado", "nada", "existencia", "decisión" y (quizá con mayor importancia) "muerte", eran términos que los poetas y dramaturgos expresionistas habían hecho familiares, incluso entre quienes no habían leído una línea de Kierkegaard. Lo que hizo Heidegger fue conferir seriedad filosófica y respetabilidad profesoral al noviazgo con la irracionalidad y la muerte que se apoderó de tantos alemanes en aquella época difícil. De ese modo, Heidegger despertó en sus lectores oscuros sentimientos de adhesión, de exactitud; el significado técnico que Heidegger daba a sus términos, y los interrogantes abstractos que planteaba, se esfumaron antes que los ecos que produjeron. Su intención general era bien sencilla: el hombre es arrojado al mundo, está perdido y desamparado, y debe aprender para hacer frente a la nada y la muerte. La razón y el intelecto son decepcionantes guías para el secreto del ser; ¿no había dicho Heidegger que el pensamiento era el enemigo mortal del entendimiento? La situación en la que el hombre se encontraba en la época de la Republica era lo que Heidegger llamaba una "Umsturzituation", una situación revolucionaria en la que había que actuar, y nada importaba que desembocara en algo constructivo o en una terrible destrucción.** Y la vida de Heidegger -su soledad, su aspecto de campesino, su deliberado provincianismo, su odio a la ciudad- parecían confirmar su filosofía, que era un desdeñoso rechazo de la civilización moderna urbana, un ferviente nihilismo. Con independencia del significado filosófico exacto de Ser y tiempo y de las obras que lo rodean, la obra de Heidegger es una denigración de Weimar, la criatura de la razón, y una exaltación de movimientos como el de los nazis, que pensaban con su sangre, adoraban al caudillo carismático, elogiaban y practicaban el asesinato y esperaban desterrar la razón -para siempre- en el abrazo ebrio de esa vida que es muerte. No todos los que leyeron a Heidegger eran nazis ni, mucho menos, se hicieron nazis por haberlo leído. A los existencialistas cristianos y a los filósofos preocupados por la cuestión suprema del ser les pareció interesante y, a veces, importante. Pero Heidegger no dio pruebas a nadie de no ser nazi, y sí buenos motivos para serlo. Paul Tilich ha dicho, con cierta cautela, que los nombres de Nietzsche y Heidegger, "no sin cierta justificación, están vinculados a los movimientos amorales del fascismo y del nacionalsocialismo".*** Y de los dos, Nietzsche queda sin duda mucho más alejado que Heidegger de la barbarie moderna, tanto en tiempo como en pensamiento.
    No quiero ofrecer este breve párrafo como resumen preciso de la filosofía de Heidegger, sino más bien señalar qué era lo que sus lectores pensaban, en general, cuando lo leían, y no sin razón. Cuando los nazis llegaron al poder, Heidegger mostró lo que muchos, desde entonces, han considerado un servilismo impropio a los nuevos amos, como omitir, por ejemplo, en las ediciones de Ser y tiempo que aparecieron en la época nazi, sus dedicatoria al filósofo Husserl, a quien tanto debía su posición y que, casualmente, era judío. Mas el famoso discurso de Friburgo, no fue un simple servilismo, sino, con su llamamiento al Führer y al Volk, el abuso de términos como "autodeterminación", el ataque a la ciencia objetiva, la ferviente proclama de los poderes de la sangre y la tierra, la invitación a terminar con la libertad académica en nombre de cosas más elevadas, una lógica proyección de su filosofía. La esencia de la universidad alemana, dijo, "alcanza claridad, rango y poder sólo cuando, por encima de todo, y en todo momento, los propios líderes son lo dirigido, lo dirigido por la inexorabilidad de ese mandato espiritual que fuerza el destino del pueblo alemán hacia la impronta de la historia". El mandato consistía en tres clases de servicio: "Servicio del trabajo, servicio militar y servicio al conocimiento, igualmente necesarios y de igual categoría". La voluntad de los estudiantes, junto a la voluntad del Volk unido, debían prepararse mutuamente para la lucha: "Todos los poderes de la voluntad y del pensamiento, todas las fuerzas del corazón y todas las capacidades del cuerpo deben desplegarse en la lucha, enaltecerse en la lucha y conservarse combativas." Por supuesto: "Queremos que nuestro Volk cumpla esta misión histórica. Queremos ser nosotros. Porque los jóvenes y el poder más joven del Volk que ya está a nuestro alcance, lo ha decidido."**** Las palabras pueden ser un tanto oscuras -aunque, por su reminiscencia con los editoriales del Völkische Beodachter y con los discursos de Goebbels, resultan más oscuras que el estilo normal de Heidegger-, pero el mensaje está claro.

Peter Gay, La cultura de Weimar, Paidos, 2o11

*In Sachen Heidegger, 1961, pág. 14
** Ibid. págs. 54-55
***"The Transmoral Consciente", en The Protestan Era, pág. 166
****Die Selbstbehauptung der deuctschen Universität, Freiburger Universitätsreden, no. 11, 1933, passim. 

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