Qwerty y el relato del crimen

Piglia describe en La loca y el relato del crimen el método que un policía utiliza para obtener información del discurso obsesivamente repetitivo de una loca. El policía percibe partículas que no aparecen en las repeticiones del todo. Así puede obtener un par de oraciones testimoniales tras eliminar todas las erupciones repetidas del registro cuidadoso que realizó del discurso de la enferma.
El teclado de mi computadora se suele sentir muy espontáneo y se larga a producir erupciones monótonamente repetitivas (555555555555555555555555, eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, qqqqqqqqqqqqqqqqqqqqqq, etc.), pero a veces suele elegir caracteres de una manera quizás más azarosa. A veces, entre tanto número repetido, escribe el nombre de su especie, qwerty. Ayer, entre una cantidad apabullante de es, puso …eee*eqqeqeee… y continuo en sus maneras rotundas. A veces confunde sus registros y, en un intento bien valiente de originalidad, se permite innovaciones como qqerw5qqeeee donde hay un amago de su nombre y su bien querido cinco, su cu. Lo escribe en Excel, lo solía hacer en el Blogger, en Hotmail y Docs. Ahora lo hace en Word –esta página, apenas abierta, se vio engalanada por qwerteee— y en las notas del Windows Side Bar que, cuando ando de buenas, suelo dejarle para sus ejercicios de obsesión. Creo que podría afirmar que si una página se viene formando en los complicados meandros del software o descasa demasiado tiempo en su desértica espera de atención, qwerty hace lo propio y se expresa con sus medios, a través de las simples pistas de su displicencia para la originalidad, pero hay algo que después de la criba y la traducción, después que el juego del policía encuentre el final que cualquiera puede anticiparle, quedará y me mostrará la binaria sabiduría del testigo de mi renovada y placentera soledad.

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