La muerte de un mal cuentista

Habitamos un mundo extraordinariamente depravado, interesante y salvaje donde las cosas no son en absoluto equitativas, y el propósito del auténtico drama es ayudar a que no lo olvidemos.

La tragedia no es un canto a nuestro posible triunfo, sino a la verdad: no es victoria, sino resignación. Buena parte de su poder apaciguador proviene de nuevo de aquella consideración de Shakespeare: cuando ya no hay remedio posible, tampoco hay dolor.

Distorsionado el concepto, el problema "¿Dónde puedo conseguir un poco más de droga?" puede parecer difícil, pero más lo sería "¿cómo puedo vivir mi vida en este mundo decepcionante, imprevisible y a veces incluso abominable?"

Hace años asistí a la proyección de una película en un pequeño teatro de Vermont. En cierto momento, el protagonista, que estaba cortando leña, cogía un tronco retorcido y muy nudoso, lo dejaba sobre el soporte y levantaba el hacha por encima de su cabeza. El público soltó un gemido-suspiro-risita unánime: aquel trozo de leña no se iba a partir, lo sabían perfectamente. Y lo sabían no porque lo hubieran visto en televisión, sino porque lo habían experimentado en persona. Sin darse cuenta, los espectadores se encontraron de repente en aquel teatro compartiendo una experiencia los unos con los otros, un acercamiento los integraba en una especie de comunidad. Todos veían algo que sabían con certeza y al compartir su conocimiento descubrían que los demás también lo sabían; o sea, ni más ni menos lo que es la vida. ¿Acaso les parece un ejemplo insignificante?
El mismo mecanismo funciona cuando al presenciar una obra de Shakespear escuchamos "la afrenta del soberbio... la tardanza de la justicia"; cuando oímos a Willy Loman en La muerte de un viajante decir: "Se le aprecia, aunque... tampoco se le aprecia tanto"; cuando vemos al doctor Stockmann denigrado por trata de hacer su trabajo, cuando oímos las indescriptibles verdades de una fuga de Bach, cuando contemplamos acompañados una puesta de sol de Turner. ¿Cuántas veces hemos dicho: "Ojalá estuvieras aquí para compartir esto conmigo"?

Huddie Ledbetter, también conocido como Leadbelly, decía: "Coges el cuchillo, lo usas para cortar el pan y así tener fuerzas para trabajar; lo usas para afeitarte y así estar guapo para tu chica; si la encuentras con otro, lo usas para arrancarle su corazón traidor".


David Mamet, Los tres usos del cuchillo, 1998.
Creo que nadie me había dejado más claro la teoría del drama.

Comentarios

Anónimo dijo…
oye, ¿es david o daniel?
Nafrán dijo…
si, david
http://www.albaeditorial.es/php/sl.php?shop.showprod&numusr=7455/518680&lang=1&m=Eur&ref=97884-84281016&fldr=164

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