Pedazos de plástico metidos en los ojos
Qué maraña de neuronas. Y qué consagración de nuevas palabras, si me la paso quejándome de "tragedia", "soledad", "designio". ¿Por qué no decir que "leptón tau" es autant dégueulasse que "dios"? [Déjame en paz, Cortázar] Yo sé la razón, pero ¿tú la conoces? me pregunté. [Y ahí la diferencia con el porteño] Qué maraña de neuronas, te digo. Me despierto sin desearlo a las 6 de la mañana con una mezcla de imágenes, sensaciones, impresiones en la cabeza. Una cabeza que funcionaba como reloj, yo relojero. El que dijo que no se podían pensar dos cosas al mismo tiempo -y creo que lo dije yo- seguro subrayaba sus libros con el mismo color de la cubierta o hacia notas en una libreta para recordar qué deseaba platicar por teléfono. Todo el tiempo pensamos todo. En serio, lo que ocurre en tu cabeza no es otra cosa que caminos por los cuales pasa una corriente eléctrica. Caminos encabronádamente magníficos, te lo concedo. Cambia la intensidad del impulso, la porosidad de la membrana de cierto axón de cierta neurona, cambia que si va para aquí o para allá y tienes un "pensamiento" nuevo. Todo está ahí, en la disposición de una química de algún aparato de Golgi prehistórico que, así visto, en retrospectiva, resultó más sabio, más prolífico, más, más, más, más... ¿Me explico? Escribo y atiendo a un cliente que me platica sobre Nancarrow al tiempo que lo escuchamos en youtube y otro me pregunta si puedo darle los libros que me pidió hace dos horas cuando Gabino escuchaba a Pedro Infante y yo trababa de escuchar el OST de Once. Al fondo se oyen los coches sobre la calle y dos conversaciones en el bar. Uno debe mirar las cámaras de la librería para ver que no se roben libros y estar al tiro para cuando llegue el jefe y puedas apagar la música a tiempo. Tengo que entregar unos papeles a la embajada francesa y se me olvidó el auditor de redes que un amigo va a recoger al rato. El cronómetro de las luces de los aparadores de la librería no deja de sonar junto con la puta alarma de un coche lejano. Qué bueno que no veo bien: este momento ordinario, saturado como está, es estándar para todos nosotros.
Así amanecí, con todos mis pensamientos al mismo tiempo. ¿Cómo no despertarse? Me dolían los ojos también, los lentes de contacto vienen partiéndome la cornea hace ya unos meses. Por ahí desarrollo la teoría de una fisiología del temple: arranco el sistema en upset cuando traigo esos putos lentes. Me los pongo para poder ver y resulta que estoy molesto toda la soirée y no me doy cuenta hasta el día siguiente, a las 6 de mañana, cuando me pregunto a qué se debe mi repaso continuo de lo que dije la noche anterior, de mi actitud general. Unos lentes, dios. El que dijo que eramos animales animados por la razón -y yo nunca lo he compartido- jamas tomó vino sin moderación. Chiste filosófico que nadie entenderá y no por la referencia, más bien fácil, sino porque no es gracioso y uno dice "no se entendió" cuando... Nunca tuvo que preguntarse por qué se sintió molesto esa noche de primavera en la que hacía alguna especie de esfuerzo por relajarse (no era tensión, eran pedazos de plástico metidos en los ojos), pues tenía las cosas bien claras en ese cerebro que le funcionaba como un reloj, él relojero.
Comentarios