Si no creyera en lo que creo

Vivir sin expectativas, en un sentido positivo, puede entenderse como vivir sin la preocupación de saberse capaz o incapaz de hacer lo que uno se propone. Haces las cosas que puedes y no haces las que no puedes, joder. Creo que viví así por un par de años y fue magnífico, supongo que se conjugaron otras cosas, pero me es difícil describir qué tan feliz era en esa época. Entiéndase que en ese estado es muy probable que te vaya bien, pues tendrás la sensación de capacidad (tanto de satisfacción por interactuar con lo que sea, como la de obtener los resultados materiales de las acciones) y evitarás la de fracaso. En fin, cambió el marco conceptual y comencé a pensar que esas sensaciones se debían a una desmedida confianza: ¡nada más alejado de la verdad! No había por qué plantearse el problema de la confianza, pues no había expectativas. Me comencé a pensar como alguien que creía en sus "triunfos" como el que cree en dios, la perfección del amor o el santo matrimonio. Es decir, pensé que me engañaba. Por supuesto, ese tipo de personajes no me agradan y comencé de nuevo (sí, ya de por sí era así) a pensarme como alguien que en su intento de mantener un perfil lo más bajo posible, podía, muy bien, desaparecer. Ahora me doy cuenta que lo peligroso y, ultimadamente, triste fue que renuncié a mi felicidad por una decisión estética. Como los que están a gusto, los confiados y capaces, son malos personajes dramáticos, entonces había que volver a intentar destruirse, a regodearse en los fracasos, acrecentar las carencias, creer en las carencias, a vivirlas. Qué broma de mal gusto, ¿no?

El traidor de los aplausos se explica,
un domingo en la tarde.

Comentarios

Anónimo dijo…
Ojalá él se vuelva a sentir a gusto, aunque no sea conmigo (como la canción esa de celso piña jajaja). Te quiero mucho monito (¡ah! ¡tu lo sabes muy bien también!) jeje :)

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