Call me Satan
Hoy soy el enemigo de todas las cosas. Desprecio los valores irracionales con los cuales se pretende cambiar el comportamiento de las personas. Matamos fetos sin piedad porque la vida no vale lo mismo ahora que cuando moriamos por diarrea—somos demasiados, no queremos más. Detesto a los sujetos que cambian de opinión por sus experiencias personales. Escupo la leyenda del abortista que tras presenciar uno se dedico a defender conglomerados de células. Me apiado por los que tienen sentimientos ante la debilidad humana; sí, a mí sí me los permito, solo nosotros los perversos tenemos acceso a emociones causadas por nuestras posturas y no por la situación que nos rodea. Malditos los gustos, las reacciones, el estimulo-y-respuesta. Y sin embargo, no solo he de aceptarme finito e incapaz de retroalimentarme exclusivamente—yo no soy la fuente de mi satisfacción—sino que he de declárame, por ello mismo, por la dependencia de todas las creaciones humanas que me conforman, valores, decisiones, interpretaciones, lenguajes y entendimientos, mi gran enemigo.
Consejos de Anton Szandor LaVey a un joven presbiteriano
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