¿A dónde vamos a parar?

El filósofo [...] no podrá aceptar, en efecto, que ese proceso se agote en una permutación mecánica de elementos indiferentes que, al seguir su curso, va depositando sus resultados casuales en forma de especies y junto con ellas, de modo igualmente casual, da origen a las manifestaciones de lo subjetivo que se unen a los resultados físicos al modo de un subproducto tan enigmático como superfluo.

  • Hahn Jonas, El principio de Vida, España, Trotta, 2000. Página 13.

Es decir, el filósofo es un imbécil que no entiende la teoría química del origen de la vida.

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