Bendito enfoque de género
Además de la igualdad entre géneros, el enfoque de género promulga una cultura de respeto y valoración de las mujeres. Entre las premisas principales (y dicho sea de paso, más obvias) de esta toma de postura está la siguiente: Las mujeres no son objetos sexuales. Más o menos equivalente a: El atractivo de las mujeres consiste en el conjunto total de sus personas.
Nuestra premisa equivalente es difícil de encontrar en los discursos de corte feminista porque no necesita reafirmarse ante una fuerza condicional contraria; los hombres, por lo general (y por suerte), todavía nos enamoramos de las mujeres inteligentes, de carácter fuerte y atractivas, tanto emocional como físicamente. En cambio, y esto es la fuerza condicional de la que hablaba, constantemente se nos afirma la oración contraria a nuestra primera premisa: La mujer es un objeto sexual.
Vivimos rodeados de medios visuales de comunicación, donde realmente no se puede tener un contacto directo con la personalidad de los individuos en su unidad original -Incluso muchos de nuestros medios de comunicación tienden a disgregar ese carácter unitario, v.g., el teléfono. Anyway, el enfoque de género me ha caído como la última moral divina. Todas sus posturas me parecen irrebatibles y su efecto perlocutorio es absoluto sobre mi comportamiento. Lo que diga el enfoque de genero, sus do´s and dont´s, son letra sagrada a un nivel conciente para mí. (Luego postearé los improperios que digo una vez ebrio, causa, también dígase, por qué no, de muchas resacas morales.)
Sin embargo, (será que es por la cultura actual, o por la constitución esencial del masculino humano, o mi educación altamente misógina, me da igual), he llegado al punto en que enunciar cualquier opinión sobre cualquier mujer me es absolutamente angustiante. Y el problema se agrava con creces cuando tengo que hacer pública una opinión sobre los atractivos de una mujer, termino sintiéndome como si Bukowski y Henry Miller me hubieran educado en un convento victoriano. Dios me grita desde el empíreo "¡Las mujeres no son objetos sexuales!" incluso cuando yo sólo quiero decir qué lindo par de tetas.
Nuestra premisa equivalente es difícil de encontrar en los discursos de corte feminista porque no necesita reafirmarse ante una fuerza condicional contraria; los hombres, por lo general (y por suerte), todavía nos enamoramos de las mujeres inteligentes, de carácter fuerte y atractivas, tanto emocional como físicamente. En cambio, y esto es la fuerza condicional de la que hablaba, constantemente se nos afirma la oración contraria a nuestra primera premisa: La mujer es un objeto sexual.
Vivimos rodeados de medios visuales de comunicación, donde realmente no se puede tener un contacto directo con la personalidad de los individuos en su unidad original -Incluso muchos de nuestros medios de comunicación tienden a disgregar ese carácter unitario, v.g., el teléfono. Anyway, el enfoque de género me ha caído como la última moral divina. Todas sus posturas me parecen irrebatibles y su efecto perlocutorio es absoluto sobre mi comportamiento. Lo que diga el enfoque de genero, sus do´s and dont´s, son letra sagrada a un nivel conciente para mí. (Luego postearé los improperios que digo una vez ebrio, causa, también dígase, por qué no, de muchas resacas morales.)
Sin embargo, (será que es por la cultura actual, o por la constitución esencial del masculino humano, o mi educación altamente misógina, me da igual), he llegado al punto en que enunciar cualquier opinión sobre cualquier mujer me es absolutamente angustiante. Y el problema se agrava con creces cuando tengo que hacer pública una opinión sobre los atractivos de una mujer, termino sintiéndome como si Bukowski y Henry Miller me hubieran educado en un convento victoriano. Dios me grita desde el empíreo "¡Las mujeres no son objetos sexuales!" incluso cuando yo sólo quiero decir qué lindo par de tetas.
Comentarios
lo que uno ve, siente y piensa es exactamente lo mismo, pero hay que cuidarse de como uno lo expone.
Muy buen blog Nafran, inmediatamente los enlazare a los mios.
un abrazo.